La velocidad con la que se está desarrollando la Cuarta Revolución Industrial nos obliga a una actualización diaria de nuestros conocimientos para mejorar la competitividad de las empresas en y actualizar las capacidades profesionales de las personas que conforman los equipos profesionales de trabajo.
La globalización de los mercados y las nuevas tecnologías exigen una inversión constante en un recurso clave para las empresas: el capital humano. El conocimiento es un factor de producción que incide positivamente en la productividad e innovación de las empresas, algo imprescindible en una economía del conocimiento como la actual.
Aun así, las grandes organizaciones y empresas han ajustado sus presupuestos con tal de mejorar sus ratios de eficiencia y, en muchos de estos casos, ha existido la tentación de hacer recorten en los presupuestos dedicados a la formación. Esto ha obligado a los responsables de formación de las empresas a buscar otras fuentes de financiación para el desarrollo de los proyectos formativos internos.
La “Formación de Demanda” o “Formación Bonificada” es una de estas alternativas. Este sistema, puesto en marcha en 2004, financia con los fondos provenientes de la cuota de formación profesional que aportan las empresas y los trabajadores y que recauda la Seguridad Social, aunque no solamente se usa para la formación de trabajadores, sino también de aquellos que están en el paro o bajo otras políticas de ocupación. Este pasado año 2018, la recaudación llegó a los 2 millones de euros.
Una de las ventajas de este sistema es la posibilidad de que cada compañía diseñe su propio sistema de formación en función de sus necesidades y objetivos, y la financie con las bonificaciones o descuentos en sus cotizaciones a la Seguridad Social una vez se ha desarrollado.
Algo importante a recordar es que las empresas disponen de un crédito anual para financiar dicha formación (calculado aplicando un porcentaje a los ingresos del año anterior en concepto de cuota de formación profesional), un crédito que pierden si no lo aplican durante el año natural. Esto supone una gran pérdida tanto económica como de oportunidad, para la empresa y para la entidad financiera.
A pesar de que muchas empresas son conocedoras de dicho sistema, no lo optimizan, de manera que no lo usan adecuadamente ni aprovechan un 100% de su crédito anual de formación.
Este sistema ha supuesto un avance sustancial respecto al modelo anterior, introduciendo un mecanismo mucho más ágil, transparente y automático, que permite a las empresas una mejor y más continua planificación de su formación.